Citas para la reflexión

27 abril, 2006

Sociedad exhibicionista

Años atrás no se presumía solo de bienes materiales, sino que se daba importancia a valores abstractos como la erudición y los títulos universitarios. Algo que ha caído en desuso porque ahora el mérito personal se basa en otra escala. Los certificados académicos no se aprecian por los conocimientos que proporcionan, sino por el dinero que permiten ganar; y en el terreno exhibicionista, por cuánta opulencia permiten obtener para ser mostrada.

Un vuelco en los valores sociales que tiene uno de sus emblemas más espectaculares en el alarde de etiquetas en la ropa de vestir. No hace mucho tiempo, se hubiera considerado de mal gusto que una etiqueta sobresaliera, y la gente se habría partido de risa ante tal ridiculez. Por el contrario, actualmente se aprecian como un trofeo dentro de este poder adquisitivo que es necesario lucir ante las miradas ajenas.

Incluso las partes del cuerpo de las que se está satisfecho han de ser expuestas, como si únicamente la mirada de los demás les otorgara mérito. Escotes profundos para que se descuellen los pechos de las mujeres, camisetas ceñidas para que los hombres presuman de musculatura. Y en una esfera afín, ostentaciones verbales de carácter sexual: amantes anteriores, actuales y previsibles, número de orgasmos que ellas son capaces de sentir y ellos de provocar. Revelaciones que acrecientan la complacencia cuando pueden hacerse ante unos millones de telespectadores.

Así, lo obsceno, aquello que en la Grecia clásica no debía salir a escena, se ha instalado en la exhibición cotidiana. No sólo se desnudan los cuerpos y los bienes materiales, sino las emociones. La gente se pelea en un plató de TV, llora, desvela los actos más íntimos con tal de que haya multitud de espectadores. Y esta multitud existe, de forma que exhibicionismo y lucro se retroalimentan. La exhibición sin freno proporciona dinero, y ante esta premisa en ciertas cadenas se esfuman los límites. No los hay ni para los programadores, en pos de una lamentable audiencia, ni para quienes salen a vender su cuerpo y su alma. A fin de cuentas, la banalidad/obscenidad de exhibirse se inscribe en el eje que mueve nuestro sistema: el dinero.

Se necesita dinero para comprar cosas y poder ostentarlas; se hace exhibición para ganarlo y poder comprar. Una triste reciprocidad.

Eulalia Solé. La Vanguardia, 21 de abril de 2006.

25 abril, 2006

Crónicas de los fundadores de Roma

Por aquella época el paludismo hacía estragos en el valle, el Tíber lo inundaba periódicamente y, debido a que sepultaban a los muertos en su valle, probablemente hedía.

No había agua potable; era preciso recoger el agua de lluvia. Técnicamente el tránsito por Roma ofrecía dificultades catastróficas; no era fácil cruzar el Tíber por el Palatino y el siguiente vado se hallaba a kilómetros de distancia.

Lo cierto es que los fundadores de la ciudad (emigrantes llegados por mar, o una errática tribu latina) no escogieron este lugar; sencillamente, les fue imposible seguir adelante.

El hermoso monte Albano, donde hoy en día se asienta la residencia estival del Papa, y las colinas sabinas de Tívoli ya estaban ocupadas. Lo único libre era aquel foco de fiebres palúdicas con sus siete raquíticas colinas.
El que nadie trató de arrebatarles esta parcela es algo seguro, como también es seguro que se habían metido en una ratonera. Así pues, la historia de Roma tuvo unos comienzos francamente dudosos.

¡Pero no aburridos!

Apenas se despertaban por la mañana con cinco mil picaduras de mosquitos, ya empezaban los contratiempos. A tientas alargaban la mano a diestra y siniestra: ninguna mujer yacía junto a ellos.
Se dirigían al baño para lavarse los dientes y no salía agua del grifo. Se asomaban a la puerta, miraban hacia el valle: el Tíber se había desbordado otra vez. “¡Cómo llegaremos nunca a ser un imperio!”, pensaron.

Lo más acuciante era la falta de mujeres. Sólo unos pocos tenían una en propiedad. Es cierto que en turnos de día y de noche pueden aliviarse muchas emergencias, pero la procreación siempre ha exigido tres cuartos de año.

Para empeorar las cosas, el número de hombres fue en aumento progresivo, porque pronto se corrió la voz de que los romanos acogían con los brazos abiertos a todos los vagabundos y proscritos. Por desgracia, entre ellos no había ninguna proscrita.

Es posible, como hicieron los romanos, esperar un acueducto durante trescientos años; pero no a una mujer. Un día les fallaron los nervios, y en una fiesta a la que habían invitado a sus vecinos los sabinos, les raptaron limpiamente las hijas.

Se trata del célebre “Rapto de las Sabinas”.

Joachim Fernau. “Ave, César”. 1975.

24 abril, 2006

"Es necesario ser Dios para que le guste tanto la sangre"

- ¿Qué es la Inquisición? –preguntó Jesús.
- La Inquisición es otra historia interminable –respondió Dios en tono fatigado.
- Quiero conocerla.
- Sería mejor que no.
- Insisto.
- Vas a sufrir en tu vida de hoy remordimientos que son del futuro.
- ¿Tú no? –preguntó Jesús.
- Dios es Dios, no tiene remordimientos.
- Pues yo, si ya llevo esta carga de tener que morir por ti, también puedo aguantar remordimientos que deberían ser tuyos.
- Preferiría ahorrártelos.
- De hecho, no vienes haciendo otra cosa desde que nací.
- Eres un ingrato, como todos los hijos.

- Dejémonos de fingimientos y dime qué va a ser la Inquisición –exigió Jesús.
- La Inquisición, también llamada Tribunal del Santo Oficio, es el mal necesario, el instrumento cruelísimo con el que atajaremos la infección que un día, durante largo tiempo, se instalará en el cuerpo de la Iglesia por vía de las nefandas herejías, a las que se suman unas cuantas perversiones de lo físico y de lo moral, lo que, todo junto y puesto en el mismo saco de horrores, sin preocupaciones de prioridad y orden, incluirá a luteranos y a calvinistas, a molinistas y judaizantes, a sodomitas y a hechiceros, manchas algunas que serán del futuro, y otras de todos los tiempos.

- Y siendo la necesidad que dices, ¿cómo procederá la Inquisición para reducir esos males?
- La Inquisición es una policía y un tribunal, por eso tendrá que aprehender, juzgar y condenar como hacen los tribunales y las policías.
- ¿Condenar a qué?
- A la cárcel, al destierro, a la hoguera.
- ¿A la hoguera dices?
- Sí, van a morir quemados, en el futuro, millares y millares y millares de hombres y de mujeres.
- De algunos ya me has hablado antes.
- Ésos fueron arrojados a la hoguera por creer en ti, los otros lo serán por dudar.

- ¿No está permitido dudar de mí? -preguntó Jesús.
- No.
- Pero nosotros podemos dudar de que el Júpiter de los romanos sea dios.
- El único Dios soy yo, yo soy el Señor y tú eres mi Hijo.
- ¿Morirán miles?
- Cientos de miles.
- Cientos de miles de hombres y mujeres, la tierra se llenará de gritos de dolor, de aullidos y de estertores de agonía, el humo de los quemados cubrirá el sol, su grasa rechinará sobre las brasas, el hedor repugnará y todo esto será por mi culpa.
- No por tu culpa, por tu causa.
- Padre, aparta de mí ese cáliz.
- El que tú lo bebas es condición de mi poder y de tu gloria.
- No quiero esa gloria.
- Pero yo quiero ese poder.

En ese momento la niebla se alejó hacia donde antes estaba, ya se podía ver el agua alrededor del barco de Jesús, lisa y opaca, sin una arruga de viento o una agitación de brisa.

Y entonces el Diablo dijo: “es necesario ser Dios para que le guste tanto la sangre”.

José Saramago. “El evangelio según Jesucristo”. 1991.

22 abril, 2006

Choque de civilizaciones

Aquel Tánger de los años veinte, donde transcurrió mi infancia, era una ciudad internacional, en la que convivían en igualdad todos los países.

Los chicos llegábamos al colegio con diversas lenguas maternas, comprábamos golosinas con monedas diferentes, celebrábamos varias fiestas nacionales e incluso nuestro descanso semanal se repartía entre los días sagrados de tres religiones. El viernes la celebraban los musulmanes, el sábado era el día de los judíos y el domingo el de los cristianos.

Yo iba a un colegio de frailes franciscanos que tenía un recinto exterior. Ahí los frailes organizaban procesiones en las fechas señaladas, como por ejemplo en el Corpus y mientras nosotros cantábamos, los moritos nos miraban divertidos oyendo nuestras mojigangas, de la misma manera que nosotros nos divertíamos con las suyas en sus celebraciones, tan distintas a las nuestras. Y en las disputas infantiles durante el recreo podíamos gritarle a un compañero “perro judío” sin que pasara nada. Él nos devolvía el insulto con la misma naturalidad, y asunto resuelto.

Yo recuerdo aquellos años con verdadera emoción. Y me extiendo en ello no sólo por nostalgia, sino para hacer ver el contraste entre aquella vida y el llamado “choque de civilizaciones”, esa doctrina reciente tan de moda en Estados Unidos.

Están inculcando el miedo presentando el futuro inmediato en términos de choque de civilizaciones entre el Islam y el Cristianismo.Bueno, a mí eso me parece monstruoso.

Para empezar, es falso. Si se ha podido convivir durante mucho tiempo, como acabo de contarles que se convivía en Tánger, ¿por qué un choque? ¿Porque usted necesita un enemigo? ¿Se está inventando al enemigo para poder ir contra el enemigo?

Si me apuran, Estados Unidos tiene un rival mucho más importante que el Islam: China. China está progresando económicamente a una gran velocidad. Alguno de ustedes recordará que hace años, hace algunas décadas estuvo de moda hablar del peligro amarillo. Recordarán incluso las películas de Fu-Manchú con las que se intentaba alimentar el miedo a lo oriental.

Hoy ya no interesa hablar del peligro amarillo, ahora interesa el Islam por otras razones. Para ello inventan el choque de civilizaciones.

Por eso aprovecho para recordar, siempre que viene al caso, que yo he vivido en pleno encuentro de civilizaciones y, de verdad, no había ningún problema. Naturalmente, había ladrones, delincuentes y policía, pero el índice de delincuencia no era más elevado que en cualquier otro lugar, por el hecho de que unos fueran musulmanes; otros, judíos y otros, cristianos.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.

17 abril, 2006

"Síndrome posvacacional"

Cierto psiquiatra, con más de 30 años de experiencia, no puede esconder una sonrisa cuando cada septiembre le piden desde los medios de comunicación que defina ese trastorno.

Con la misma alegría nacen otros trastornos de nuevo cuño, como el síndrome del lunes por la mañana, que describe el desasosiego del primer día de la semana; el síndrome de cortar y pegar, para la pereza intelectual, etc.

“Se describen trastornos que consisten en meterse el dedo en la nariz delante de un semáforo. Es ridículo”, ironiza el psiquiatra.

El bienestar se ha idealizado a tales niveles que no nos permitimos el menor de los conflictos sin buscarle una solución terapéutica, psicológica o hasta filosófica.

Conclusión: no queremos sufrir; y cuando no estamos en la gloria –en plenitud, otro concepto bastante idealizado en estos tiempos- buscamos soluciones y, si no necesitamos atención psiquiátrica, pues entonces alguna otra cosa.

El País Semanal. 10 abril 2006.

10 abril, 2006

Ya no leo el periódico

Desde que te fuiste, ya no leo el periódico, no estás tú para comprarlo y no hay nadie que me lo traiga.

Al principio me incomodaba un poco esta carencia, pero después, lentamente, la incomodidad se ha convertido en alivio.

Recordé entonces al padre Isaac Singer: “Entre todas las costumbres del hombre moderno –decía–, la lectura de la prensa diaria es una de las peores. Por la mañana, en el momento en que el alma está más abierta, la prensa vuelca sobre la persona todo lo malo que el mundo ha producido el día anterior”.

En sus tiempos, para salvarse era suficiente con no leer los diarios; hoy por hoy ya no es posible; están la radio, la televisión, basta conectarlas un instante para que el mal nos alcance, se meta dentro de nosotros.

Susana Tamaro. “Donde el corazón te lleve”. 1994.

09 abril, 2006

“¿Cuánto de muerte y sufrimiento costará tu victoria?”

Hubo un silencio.
Dios y el Diablo se miraron de frente por primera vez, ambos dieron la impresión de ir a hablar, pero nada ocurrió.

- Estoy a la espera –dijo Jesús.
- ¿De qué? –preguntó Dios, como si estuviera distraído.
- De que me digas cuánto de muerte y sufrimiento va a costar tu victoria sobre los otros dioses, con cuánto de sufrimiento y de muerte se pagarán las luchas que en tu nombre y en el mío sostendrán unos contra otros los hombres que en nosotros van a creer.
- ¿Insistes en querer saberlo?
- Insisto.
- Pues bien, se edificará la asamblea de que te he hablado, pero sus cimientos, para quedar bien firmes, tendrán que ser excavados en la carne, y estar compuestos de un cemento de renuncias, lágrimas, dolores, torturas, de todas las muertes imaginables hoy y otras que sólo en el futuro serán conocidas.


- Al fin estás siendo claro y directo, sigue.
- Para empezar por alguien a quién conoces y amas, el pescador Simón, a quién llamarás Pedro, será, como tú, crucificado, pero cabeza abajo, y crucificado será también Andrés, pero en una cruz en forma de aspa, al hijo de Zebedeo, a ese que llaman Tiago, lo degollarán.
- ¿Y a Juan y a María de Magdala?
- Ésos morirán de su muerte natural, cuando se acaben sus días naturales, pero otros amigos tendrás, discípulos y apóstoles como los otros, que no escaparán del suplicio, es el caso de un Felipe, amarrado a la cruz y apedreado hasta que acaben con su vida, un Bartolomé, que será desollado vivo, un Tomás, a quién matarán de una lanzada, un Mateo, que ahora no recuerdo como morirá, otro Simón, serrado por el medio, un Judas, a mazazos, otro Tiago, lapidado, un Matías, degollado con hacha de guerra, y también Judas de Iscariote, pero de ése tú sabrás más que yo, salvo la muerte, con sus propias manos ahorcado en una higuera.

- ¿Todos esos tendrán que morir por ti?
- Si planteas la cuestión en esos términos, sí. Todos morirán por mí. Y después, después, hijo mío, ya te lo he dicho, será una historia interminable de hierro y sangre, de fuego y de cenizas, un mar infinito de sufrimientos y lágrimas.

José Saramago. “El evangelio según Jesucristo”. 1991.

08 abril, 2006

Mi verdad

Es importante saber que cada cual tiene su mundo, que cada cual tiene su verdad.

Si queremos entendernos y comunicarnos no debemos de perder de vista que el mundo de uno y el mundo de otro coinciden en muchas cosas, por eso convivimos, pero son muy diferentes.

Yo tengo mi verdad, el otro tiene su verdad y la Verdad, la verdad absoluta, está en lo más alto, en Dios para los creyentes, o en otros sitios para el que no crea en Dios, pero en cualquier caso ahí donde se encuentre el Absoluto. Eso se lo dejo a los místicos.

Para mí, yo tengo mi verdad y es la que trato de comunicar como escritor.
Precisamente en eso consiste la autenticidad de la que os hablé antes, en ofrecer mi mundo en mis novelas. Estoy aquí para ofreceros mis novelas, y en ellas mi verdad. Lo hago con la humildad e inocencia del niño que encuentra una conchita en la playa y corre a ofrecerle a su madre ese tesoro, esa humilde conchita que para él es un tesoro.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.

07 abril, 2006

Sociodiversidad

Algo que siempre me impresionó es el hecho de que, a diferencia de la tierra, el mar no envejece. Las olas de hoy son exactamente las mismas que hubo en cualquier época, aunque más contaminadas, claro.

En el estrecho de Gibraltar, que es una cruz, el eje en que se cruzan Europa y África, Océano y Mediterráneo, yo he llegado a ver una ballena porque en el estrecho había ballenas y en Ceuta una factoría para la elaboración de aceite y demás productos de las ballenas.

Todo eso ha desaparecido. Nos estamos cargando este mundo. Nos estamos cargando la biodiversidad, pero también, y de eso nadie habla, la sociodiversidad.

Cuando se habla del choque de civilizaciones, lo que se está queriendo decir es que no se quiere más que una sola civilización.

Cuando se pretende implantar una democracia en Irak a base de bombardeos, la mera pretensión de imponer una democracia representativa al estilo occidental a una sociedad teocrática y jerárquica revela una ignorancia pretenciosa y, en mi opinión, imposible.

No me estoy pronunciando aquí sobre las bondades o la idoneidad de una u otra cosa, no; intento recalcar que son sociedades diferentes, culturas diferentes, es decir, variedad y diversidad de la vida, la que yo conocí y viví de niño en Tánger. Seguramente por eso, por haberla vivido, es por lo que me duele ver destruir variedades de estilo de vivir y es por lo que reivindico la sociodiversidad.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.

06 abril, 2006

La guerra civil

No, no quiero hablar de la guerra.

La hice con total ecuanimidad alcanzando el grado de cabo interino en ambos bandos. Siendo funcionario de Aduanas, pude haber sido oficial de Intendencia, pero preferí renunciar a esas ventajas porque no quería mandar a nadie.

Fui miliciano hasta agosto del treinta y siete, momento en que los nacionales tomaron Santander y me tomaron a mí. Me convertí en soldado nacional y hasta el final, que resultó peor aún que el inicio. Cuando llegaron los que yo suponía míos y empezaron a fusilar a gente, fue cuando me di cuenta que los que habían ganado no eran los míos.

Me parecen horribles todos los asesinatos, estoy totalmente en contra con independencia de quién los cometa, pero hay diferencia entre unos y otros.

Cuando un bracero de un cortijo, mal pagado y con frecuencia humillado, harto de esa vida aperreada, en un momento propicio, de revuelta popular, cae en la tentación de cortarle el cuello al amo, culpable de su miseria, sí, es un asesinato.

Pero cuando tres señores bien vestidos, bien comidos, terminada la contienda, constituyen un tribunal, con total impunidad y bajo un crucifijo cuyo mensaje es amaos los unos a los otros, envían al paredón a un hombre por haber defendido unas ideas y un régimen establecido democráticamente, ahí es asesinato es mucho más censurable.

Es decir, aún no justificando ninguno de ellos, es más comprensible el asesinato cometido por ignorancia, hambre e incultura que el cometido de esa manera fría y despiadada. Es algo que siempre tuve claro.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.

02 abril, 2006

Amor, provocación y autenticidad

No intento enseñar en el sentido de adoctrinar; intento mostrar mi oficio y generar ideas en quienes me siguen, ideas provocadas por lo que han oído.
He sido profesor y he enseñado durante mucho tiempo en universidades y fuera de ellas.

Mi pedagogía siempre se reducía a dos palabras: amor y provocación.

Hay que querer a las personas a las que se dirige uno y yo quería a mis alumnos.
Y si me permiten, les digo con toda sinceridad que, ahora mismo, siento cariño por ustedes, les agradezco que estén aquí pendientes de mis palabras.

Quiero corresponder a ese primer impulso afectivo con la provocación. Hay que provocar en el que escucha que piense por su cuenta. No hay que adoctrinar, hay que provocar.

La tercera palabra, después de amor y provocación, consecuencia de ambas, es la autenticidad.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.

01 abril, 2006

El descubrimiento de mí mismo y de los demás

No vengo aquí a hacer exhibicionismo personal.

Vengo esencialmente a mostrar la razón que me mueve a escribir: el descubrirme a mí mismo para descubrir a otros y para encontrarnos todos, para vivir más.

José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.