Locura religiosa y locura política
Es posible que, durante nuestro vagabundeo por las Galias con Cayo Julio César, ustedes hayan entrevisto la ciudad de Roma en la lejanía, bañada por el sol y animada por cierto espíritu de fiesta, imagen que debe ser corregida inmediatamente. La enorme ciudad de Roma es un eterno foco de disturbios, un volcán permanente, a pesar de la muerte de Clodio. Nadie sabe exactamente por qué.
Los ciudadanos posperan, siempre que se decidan a trabajar. Han desparecido las consignas socialistas. Las que ahora brotan de las gargantas de los jóvenes terroristas no tienen nada que ver con la realidad ni con la vida.”Todo está permitido a los que actúan por el bien de la república. ¡La república necesita hombres libres y está decidida a aniquilar a todos los demás!” Frases idénticas a las de los jacobinos; por lo visto, su uso como droga se pierde en la noche de los tiempos. Hay en la historia más de una época atea que busca en la locura política una sustitución de la locura religiosa.
Ustedes deben ver Roma en estos momentos como París en los esquizofrénicos días de mayo del año 1789. Asesinatos, barricadas, bandas en lucha. Quien llamaba a la policía era de derechas. Las derechas eran la opresión y el terror. Los terroristas lo repetían hasta la saciedad. Bastan unos pocos para dar la sensación de un movimiento.
Es seguro que Cayo Julio sabía todo esto. También es seguro que lo constató con gran placer. No movió ni un dedo, aunque su brazo hubiera sido lo bastante largo. En su opinión, todo marchaba a pedir de boca. Necesitaba un año más para someter a las Galias y hacer prisionero a Vercingétorix.
Entonces… ¿qué pasaría entonces? Nadie conocía sus pensamientos.
extracto de un libro publicado en 1975
Los ciudadanos posperan, siempre que se decidan a trabajar. Han desparecido las consignas socialistas. Las que ahora brotan de las gargantas de los jóvenes terroristas no tienen nada que ver con la realidad ni con la vida.”Todo está permitido a los que actúan por el bien de la república. ¡La república necesita hombres libres y está decidida a aniquilar a todos los demás!” Frases idénticas a las de los jacobinos; por lo visto, su uso como droga se pierde en la noche de los tiempos. Hay en la historia más de una época atea que busca en la locura política una sustitución de la locura religiosa.
Ustedes deben ver Roma en estos momentos como París en los esquizofrénicos días de mayo del año 1789. Asesinatos, barricadas, bandas en lucha. Quien llamaba a la policía era de derechas. Las derechas eran la opresión y el terror. Los terroristas lo repetían hasta la saciedad. Bastan unos pocos para dar la sensación de un movimiento.
Es seguro que Cayo Julio sabía todo esto. También es seguro que lo constató con gran placer. No movió ni un dedo, aunque su brazo hubiera sido lo bastante largo. En su opinión, todo marchaba a pedir de boca. Necesitaba un año más para someter a las Galias y hacer prisionero a Vercingétorix.
Entonces… ¿qué pasaría entonces? Nadie conocía sus pensamientos.
extracto de un libro publicado en 1975
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