La guerra civil
No, no quiero hablar de la guerra.
La hice con total ecuanimidad alcanzando el grado de cabo interino en ambos bandos. Siendo funcionario de Aduanas, pude haber sido oficial de Intendencia, pero preferí renunciar a esas ventajas porque no quería mandar a nadie.
Fui miliciano hasta agosto del treinta y siete, momento en que los nacionales tomaron Santander y me tomaron a mí. Me convertí en soldado nacional y hasta el final, que resultó peor aún que el inicio. Cuando llegaron los que yo suponía míos y empezaron a fusilar a gente, fue cuando me di cuenta que los que habían ganado no eran los míos.
Me parecen horribles todos los asesinatos, estoy totalmente en contra con independencia de quién los cometa, pero hay diferencia entre unos y otros.
Cuando un bracero de un cortijo, mal pagado y con frecuencia humillado, harto de esa vida aperreada, en un momento propicio, de revuelta popular, cae en la tentación de cortarle el cuello al amo, culpable de su miseria, sí, es un asesinato.
Pero cuando tres señores bien vestidos, bien comidos, terminada la contienda, constituyen un tribunal, con total impunidad y bajo un crucifijo cuyo mensaje es amaos los unos a los otros, envían al paredón a un hombre por haber defendido unas ideas y un régimen establecido democráticamente, ahí es asesinato es mucho más censurable.
Es decir, aún no justificando ninguno de ellos, es más comprensible el asesinato cometido por ignorancia, hambre e incultura que el cometido de esa manera fría y despiadada. Es algo que siempre tuve claro.
José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.
La hice con total ecuanimidad alcanzando el grado de cabo interino en ambos bandos. Siendo funcionario de Aduanas, pude haber sido oficial de Intendencia, pero preferí renunciar a esas ventajas porque no quería mandar a nadie.
Fui miliciano hasta agosto del treinta y siete, momento en que los nacionales tomaron Santander y me tomaron a mí. Me convertí en soldado nacional y hasta el final, que resultó peor aún que el inicio. Cuando llegaron los que yo suponía míos y empezaron a fusilar a gente, fue cuando me di cuenta que los que habían ganado no eran los míos.
Me parecen horribles todos los asesinatos, estoy totalmente en contra con independencia de quién los cometa, pero hay diferencia entre unos y otros.
Cuando un bracero de un cortijo, mal pagado y con frecuencia humillado, harto de esa vida aperreada, en un momento propicio, de revuelta popular, cae en la tentación de cortarle el cuello al amo, culpable de su miseria, sí, es un asesinato.
Pero cuando tres señores bien vestidos, bien comidos, terminada la contienda, constituyen un tribunal, con total impunidad y bajo un crucifijo cuyo mensaje es amaos los unos a los otros, envían al paredón a un hombre por haber defendido unas ideas y un régimen establecido democráticamente, ahí es asesinato es mucho más censurable.
Es decir, aún no justificando ninguno de ellos, es más comprensible el asesinato cometido por ignorancia, hambre e incultura que el cometido de esa manera fría y despiadada. Es algo que siempre tuve claro.
José Luis Sampedro. “Escribir es vivir”. 2005.
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