Quería regalarte una palabra: “Compasión”
- ¿Sigues escribiendo tu libro de palabras?
- La pregunta de Nyneve me sorprende. Me enderezo y la miro. Mi amiga, que también está trabajando en el huerto, descansa apoyada en la azada.
- Sí, ¿por qué?
- Porque quería regalarte una palabra. La mejor de todas.
- ¿Ah, sí? ¿Cuál es?
- Compasión. Que, como sabes, es la capacidad de meterse en el pellejo del prójimo y de sentir con el otro lo que él siente.
- Sí, me gusta. Pero, ¿por qué dices que es la mejor?
- Porque es la única de las grandes palabras por la que no se hiere, no se tortura, no se apresa y no se mata... Antes al contrario, evita todo eso.
Hay otras palabras muy bellas: amor, libertad, honor, justicia...
Pero todas ellas, absolutamente todas, pueden ser manipuladas, pueden ser utilizadas como arma arrojadiza y causar víctimas.
Por su amor a Dios encienden los cruzados las piras, y por aberrante amor matan los amantes celosos a sus amadas.
Los nobles maltratan y abusan bárbaramente de sus siervos en nombre de su supuesto honor; la libertad de unos puede suponer prisión y muerte para otros y, en cuanto a la justicia, todos creen tenerla de su parte, incluso los tiranos más atroces.
Sólo la compasión impide estos excesos; es una idea que no puede imponerse a sangre y fuego sobre los otros, porque te obliga a hacer justamente lo contrario, te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos y entenderlos. La compasión es el núcleo de lo mejor que somos...
Acuérdate de esta palabra, mi Leola. Y, cuando te acuerdes, piensa también un poco en mí.
Rosa Montero. Historia del rey transparente. 2005.
- La pregunta de Nyneve me sorprende. Me enderezo y la miro. Mi amiga, que también está trabajando en el huerto, descansa apoyada en la azada.
- Sí, ¿por qué?
- Porque quería regalarte una palabra. La mejor de todas.
- ¿Ah, sí? ¿Cuál es?
- Compasión. Que, como sabes, es la capacidad de meterse en el pellejo del prójimo y de sentir con el otro lo que él siente.
- Sí, me gusta. Pero, ¿por qué dices que es la mejor?
- Porque es la única de las grandes palabras por la que no se hiere, no se tortura, no se apresa y no se mata... Antes al contrario, evita todo eso.
Hay otras palabras muy bellas: amor, libertad, honor, justicia...
Pero todas ellas, absolutamente todas, pueden ser manipuladas, pueden ser utilizadas como arma arrojadiza y causar víctimas.
Por su amor a Dios encienden los cruzados las piras, y por aberrante amor matan los amantes celosos a sus amadas.
Los nobles maltratan y abusan bárbaramente de sus siervos en nombre de su supuesto honor; la libertad de unos puede suponer prisión y muerte para otros y, en cuanto a la justicia, todos creen tenerla de su parte, incluso los tiranos más atroces.
Sólo la compasión impide estos excesos; es una idea que no puede imponerse a sangre y fuego sobre los otros, porque te obliga a hacer justamente lo contrario, te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos y entenderlos. La compasión es el núcleo de lo mejor que somos...
Acuérdate de esta palabra, mi Leola. Y, cuando te acuerdes, piensa también un poco en mí.
Rosa Montero. Historia del rey transparente. 2005.
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