La Psicohistoria y la decadencia del Imperio
Los espectadores eran pocos y todos habían sido extraídos de entre los barones del Imperio. La prensa y el público estaban excluidos, y era dudoso que el público general supiera siquiera que se llevaba a cabo un juicio contra el Dr. Hari Seldon. La atmósfera era de oculta hostilidad hacia los acusados. El abogado de la comisión consultó sus notas y el interrogatorio prosiguió, con Seldon aún en el estrado.
P. Veamos, Dr. Seldon ¿cuántos hombres componen en este momento el proyecto que usted dirige?
R. 50 matemáticos.
P. ¿No serán unos 100.000?
R. ¿Matemáticos? No.
P. No he dicho que fueran matemáticos. ¿Son 100.000 en total?.
R. En total, su cifra es posible que sea correcta.
P. Es posible, yo digo que es así. Digo que los hombres de su proyecto son 98.572.
R. Me parece que está contando a mujeres y niños.
P. 98.572 individuos es lo que pretendía decir...
R. Acepto las cifras.
P. Olvidémonos de éstos por un momento pues, y dediquémonos a otra cuestión que ya hemos discutido exhaustivamente. ¿Quiere repetirnos, Dr. Hari Seldon, sus ideas respecto al futuro de Trántor?
R. He dicho, y lo repito, que Trántor quedará convertido en ruinas dentro de cinco siglos.
P. ¿No considera que su declaración es desleal?
R. No señor. La verdad científica está más allá de toda lealtad y deslealtad.
P. ¿Está seguro de que su declaración representa toda la verdad científica?
R. Lo estoy.
P. ¿En qué se basa?
R. En las matemáticas de la Psicohistoria.
P. ¿Puede demostrar que estas matemáticas son válidas?
R. Sólo a otro matemático.
P. Así pues, eso significa que su verdad es de una naturaleza tan esotérica que un hombre normal y corriente no puede comprenderla. A mí me parece que la verdad tendría que ser mucho más clara, menos misteriosa, más abierta a la mente.
R. No presenta ninguna dificultad para según que mentes. Las leyes físicas de la transferencia de energía, que conocemos como termodinámica, ha sido claras y diáfanas durante toda la historia del hombre desde edades míticas; sin embargo, debe de haber gente que en la actualidad no sería capaz de dibujar un motor. También puede ocurrirle a gente de de gran inteligencia. Dudo que los doctos comisionados aquí presentes…
En este punto, uno de los comisionados se inclinó hacia el abogado. No se oyeron sus palabras, pero el silbido de su voz reveló una cierta aspereza. El abogado se sonrojó e interrumpió a Seldon.
P. No estamos aquí para oír discursos, Dr. Seldon. Supongamos que ya ha dado por demostrada su teoría. Permítame que señale la posibilidad de que sus predicciones de desastre estén destinadas a socavar la confianza pública en el Imperio por razones que sólo usted conoce.
R. No es así.
P. Supongamos que Vd. declara que el período anterior a la así llamada ruina de Trántor estará lleno de desórdenes de diversos tipos…
R. Es correcto.
P. Y que mediante esa mera predicción, usted espera provocarlos, y tener un ejército de 100.000 hombres disponibles.
R. En primer lugar, está usted equivocado. Y si no lo estuviera, una investigación le demostraría que en mi equipo no hay más de 10.000 hombres en edad militar, y ninguno de ellos tiene experiencia en armas.
P. ¿Es usted completamente desinteresado? ¿Está sirviendo a la ciencia?
R. Sí.
P. Veamos cómo. ¿Puede cambiarse el futuro de toda la raza humana?
R. Sí.
P. ¿Fácilmente?
R. No. Con gran dificultad.
P. ¿Por qué?
R. La tendencia psicohistórica de un planeta lleno de gente implica una gran inercia. Para cambiarla debe encontrarse con algo que posea una inercia similar. O ha de intervenir muchísima gente o, si el número de personas es relativamente pequeño, se necesita un tiempo enorme para el cambio. ¿Lo comprende?
P. Creo que sí. Trántor no necesita sucumbir, si un gran número de personas deciden actuar de modo que no ocurra así.
R. Eso es.
P. ¿Unas 100.000 personas?
R. No, señor. Eso es muy poco.
P. ¿Está seguro?
R. Considere que Trántor, la capital del Imperio, tiene una población de más de 40 mil millones. Considere también que la tendencia que nos lleva a la ruina no pertenece únicamente a Trántor, sino a todo el Imperio Galáctico y éste contiene cerca de 1000 billones de seres humanos.
P. Comprendo. Entonces quizá 100.000 personas puedan cambiar la tendencia, si ellos y sus descendientes trabajan durante 500 años.
R. Me temo que no. 500 años es muy poco tiempo.
P. ¡Ah! En ese caso doctor Seldon, sus declaraciones no estaban encaminadas a esta deducción. Ha reunido a 100.000 personas en los confines de su proyecto. Pero no son suficientes para cambiar la historia de Trántor en 500 años. En otras personas, no pueden evitar la destrucción de Trántor hagan lo que hagan.
R. Desgraciadamente, tiene usted razón.
P. Y, por otro lado, sus 100.000 personas no persiguen ningún fin ilegal.
R. Exacto.
P. En ese caso, doctor Seldon… preste atención, porque queremos una respuesta clara. ¿Para qué servirán sus 100.000 personas?
La voz del abogado se hizo estridente. Había atendido la trampa; logró arrinconar a Seldon; apartarle de cualquier posibilidad de respuesta. Hari Seldon no se alteró. Esperó a que cesaran los murmullos entre los comisionados.
R. Para reducir al mínimo los efectos de esa destrucción.
P. ¿A qué se refiere exactamente con esto?
R. La explicación es muy sencilla. La próxima destrucción de Trántor no es un suceso aislado del esquema del desarrollo humano. Será el punto culminante de un intrincado drama que empezó hace siglos y acelera continuamente su velocidad. Me refiero, caballeros, a la continua decadencia del Imperio Galáctico.
P. ¿Se da cuenta, doctor Seldon, de que está hablando de un Imperio que existe desde hace 12.000 años, a pesar de todas las vicisitudes de las generaciones, y que está respaldado por los buenos deseos y el amor de 1000 billones de seres humanos?
R. Estoy tan al corriente de la situación actual como de la pasada historia del Imperio. Aunque no pretendo ser descortés, creo que la conozco mejor que cualquier otra persona de esta habitación.
P. ¿Y predice su ruina?
R. Es una predicción hecha por las matemáticas de la Psicohistoria. No hago ningún juicio moral. Personalmente, lamento la perspectiva. Aunque se admitiera que el Imperio no es conveniente, el estado de anarquía que seguiría a su caída sería aún peor. Es ese estado de anarquía lo que mi proyecto pretende combatir. Sin embargo, la caída del Imperio, caballeros, es algo monumental y no puede combatirse fácilmente. Está dictada por una burocracia en aumento, una recesión de la iniciativa, una congelación de las castas, un estancamiento de la curiosidad… y muchos factores más. Como ya he dicho, hace siglos que se prepara y es algo demasiado grandioso para detenerlo.
P. ¿No es algo evidente para todo el mundo que el Imperio está tan fuerte como siempre?
R. La apariencia de fuerza no es más que una ilusión. Parece tener que durar siempre. No obstante, señor abogado, el tronco del árbol podrido, hasta el mismo momento en que la tormenta lo parte en dos, tiene toda la apariencia de sólido que ha tenido siempre. Ahora la tormenta se cierne sobre las ramas del Imperio. Escuche con los oídos de la Psicohistoria y oirá el crujido.
P. (Con inseguridad) No estamos aquí, doctor Seldon para escuchar…
R. (Firmemente) El Imperio desaparecerá y con él todos sus valores positivos. Los conocimientos acumulados decaerán y el orden que se ha impuesto se desvanecerá. Las guerras interestelares serán interminables; el comercio interestelar decaerá; la población disminuirá; los mundos perderán el contacto con el núcleo de la galaxia. Eso es lo que sucederá.
P. (Una vocecita en medio de un vasto silencio) ¿Para siempre?
R. La Psicohistoria, que puede predecir la caída, puede hacer declaraciones respecto a las oscuras edades que resultarán. El Imperio, caballeros, tal como se acaba de decir, ha durado 12.000 años. Las oscuras edades que vendrán no durarán doce, sino 30.000 años. Sobrevendrá un segundo Imperio, pero entré el y nuestra civilización habrá 1000 generaciones de humanidad doliente. Esto es lo que debemos combatir.
P. Se contradice a sí mismo. Antes ha dicho que no podía evitar la destrucción de Trántor; y por lo tanto, su caída; la así llamada caída del Imperio.
R. No estoy diciendo que podamos evitar la Caída. Pero aún no es demasiado tarde para cortar el interregno que seguirá. Es posible, caballeros, reducir la duración de anarquía a un solo milenio, si mi grupo recibe autorización para actuar ahora. Nos encontramos en un delicado momento de la historia. La enorme y arrolladora masa de los acontecimientos puede ser desviada ligeramente, sólo ligeramente. Puede no ser mucho, pero puede ser suficiente para evitar 29.000 años de miseria de la historia humana.
P. ¿Cómo se propone hacerlo?
R. Salvando los conocimientos de la raza. La suma del saber humano está por encima de cualquier hombre; de cualquier número de hombres. Con la destrucción de nuestra estructura social, la ciencia se romperá millones de trozos. Los individuos no conocerán más que facetas sumamente diminutas de lo que hay que saber. Serán inútiles e ineficaces por sí mismos. La ciencia, al no tener sentido, no se transmitirá. Estará perdida a través de las generaciones. Pero, si ahora preparamos un sumario gigantesco de todos los conocimientos, nunca se perderá. Las generaciones futuras se basarán en ellos, y no tendrán que volver a descubrirlo por sí mismas. Un milenio hará el trabajo de 30.000 años.
P. Todo esto…
R. Todo mi proyecto; mis 30.000 hombres con sus esposas e hijos, se dedican a la preparación de una Enciclopedia Galáctica. No la terminarán durante su vida. Yo ni siquiera viviré para ver cómo la empiezan. Pero cuando Trántor caiga, estará concluida y habrá ejemplares en todas las bibliotecas importantes de la Galaxia.
Isaac Asimov. “Fundación”. 1951.
P. Veamos, Dr. Seldon ¿cuántos hombres componen en este momento el proyecto que usted dirige?
R. 50 matemáticos.
P. ¿No serán unos 100.000?
R. ¿Matemáticos? No.
P. No he dicho que fueran matemáticos. ¿Son 100.000 en total?.
R. En total, su cifra es posible que sea correcta.
P. Es posible, yo digo que es así. Digo que los hombres de su proyecto son 98.572.
R. Me parece que está contando a mujeres y niños.
P. 98.572 individuos es lo que pretendía decir...
R. Acepto las cifras.
P. Olvidémonos de éstos por un momento pues, y dediquémonos a otra cuestión que ya hemos discutido exhaustivamente. ¿Quiere repetirnos, Dr. Hari Seldon, sus ideas respecto al futuro de Trántor?
R. He dicho, y lo repito, que Trántor quedará convertido en ruinas dentro de cinco siglos.
P. ¿No considera que su declaración es desleal?
R. No señor. La verdad científica está más allá de toda lealtad y deslealtad.
P. ¿Está seguro de que su declaración representa toda la verdad científica?
R. Lo estoy.
P. ¿En qué se basa?
R. En las matemáticas de la Psicohistoria.
P. ¿Puede demostrar que estas matemáticas son válidas?
R. Sólo a otro matemático.
P. Así pues, eso significa que su verdad es de una naturaleza tan esotérica que un hombre normal y corriente no puede comprenderla. A mí me parece que la verdad tendría que ser mucho más clara, menos misteriosa, más abierta a la mente.
R. No presenta ninguna dificultad para según que mentes. Las leyes físicas de la transferencia de energía, que conocemos como termodinámica, ha sido claras y diáfanas durante toda la historia del hombre desde edades míticas; sin embargo, debe de haber gente que en la actualidad no sería capaz de dibujar un motor. También puede ocurrirle a gente de de gran inteligencia. Dudo que los doctos comisionados aquí presentes…
En este punto, uno de los comisionados se inclinó hacia el abogado. No se oyeron sus palabras, pero el silbido de su voz reveló una cierta aspereza. El abogado se sonrojó e interrumpió a Seldon.
P. No estamos aquí para oír discursos, Dr. Seldon. Supongamos que ya ha dado por demostrada su teoría. Permítame que señale la posibilidad de que sus predicciones de desastre estén destinadas a socavar la confianza pública en el Imperio por razones que sólo usted conoce.
R. No es así.
P. Supongamos que Vd. declara que el período anterior a la así llamada ruina de Trántor estará lleno de desórdenes de diversos tipos…
R. Es correcto.
P. Y que mediante esa mera predicción, usted espera provocarlos, y tener un ejército de 100.000 hombres disponibles.
R. En primer lugar, está usted equivocado. Y si no lo estuviera, una investigación le demostraría que en mi equipo no hay más de 10.000 hombres en edad militar, y ninguno de ellos tiene experiencia en armas.
P. ¿Es usted completamente desinteresado? ¿Está sirviendo a la ciencia?
R. Sí.
P. Veamos cómo. ¿Puede cambiarse el futuro de toda la raza humana?
R. Sí.
P. ¿Fácilmente?
R. No. Con gran dificultad.
P. ¿Por qué?
R. La tendencia psicohistórica de un planeta lleno de gente implica una gran inercia. Para cambiarla debe encontrarse con algo que posea una inercia similar. O ha de intervenir muchísima gente o, si el número de personas es relativamente pequeño, se necesita un tiempo enorme para el cambio. ¿Lo comprende?
P. Creo que sí. Trántor no necesita sucumbir, si un gran número de personas deciden actuar de modo que no ocurra así.
R. Eso es.
P. ¿Unas 100.000 personas?
R. No, señor. Eso es muy poco.
P. ¿Está seguro?
R. Considere que Trántor, la capital del Imperio, tiene una población de más de 40 mil millones. Considere también que la tendencia que nos lleva a la ruina no pertenece únicamente a Trántor, sino a todo el Imperio Galáctico y éste contiene cerca de 1000 billones de seres humanos.
P. Comprendo. Entonces quizá 100.000 personas puedan cambiar la tendencia, si ellos y sus descendientes trabajan durante 500 años.
R. Me temo que no. 500 años es muy poco tiempo.
P. ¡Ah! En ese caso doctor Seldon, sus declaraciones no estaban encaminadas a esta deducción. Ha reunido a 100.000 personas en los confines de su proyecto. Pero no son suficientes para cambiar la historia de Trántor en 500 años. En otras personas, no pueden evitar la destrucción de Trántor hagan lo que hagan.
R. Desgraciadamente, tiene usted razón.
P. Y, por otro lado, sus 100.000 personas no persiguen ningún fin ilegal.
R. Exacto.
P. En ese caso, doctor Seldon… preste atención, porque queremos una respuesta clara. ¿Para qué servirán sus 100.000 personas?
La voz del abogado se hizo estridente. Había atendido la trampa; logró arrinconar a Seldon; apartarle de cualquier posibilidad de respuesta. Hari Seldon no se alteró. Esperó a que cesaran los murmullos entre los comisionados.
R. Para reducir al mínimo los efectos de esa destrucción.
P. ¿A qué se refiere exactamente con esto?
R. La explicación es muy sencilla. La próxima destrucción de Trántor no es un suceso aislado del esquema del desarrollo humano. Será el punto culminante de un intrincado drama que empezó hace siglos y acelera continuamente su velocidad. Me refiero, caballeros, a la continua decadencia del Imperio Galáctico.
P. ¿Se da cuenta, doctor Seldon, de que está hablando de un Imperio que existe desde hace 12.000 años, a pesar de todas las vicisitudes de las generaciones, y que está respaldado por los buenos deseos y el amor de 1000 billones de seres humanos?
R. Estoy tan al corriente de la situación actual como de la pasada historia del Imperio. Aunque no pretendo ser descortés, creo que la conozco mejor que cualquier otra persona de esta habitación.
P. ¿Y predice su ruina?
R. Es una predicción hecha por las matemáticas de la Psicohistoria. No hago ningún juicio moral. Personalmente, lamento la perspectiva. Aunque se admitiera que el Imperio no es conveniente, el estado de anarquía que seguiría a su caída sería aún peor. Es ese estado de anarquía lo que mi proyecto pretende combatir. Sin embargo, la caída del Imperio, caballeros, es algo monumental y no puede combatirse fácilmente. Está dictada por una burocracia en aumento, una recesión de la iniciativa, una congelación de las castas, un estancamiento de la curiosidad… y muchos factores más. Como ya he dicho, hace siglos que se prepara y es algo demasiado grandioso para detenerlo.
P. ¿No es algo evidente para todo el mundo que el Imperio está tan fuerte como siempre?
R. La apariencia de fuerza no es más que una ilusión. Parece tener que durar siempre. No obstante, señor abogado, el tronco del árbol podrido, hasta el mismo momento en que la tormenta lo parte en dos, tiene toda la apariencia de sólido que ha tenido siempre. Ahora la tormenta se cierne sobre las ramas del Imperio. Escuche con los oídos de la Psicohistoria y oirá el crujido.
P. (Con inseguridad) No estamos aquí, doctor Seldon para escuchar…
R. (Firmemente) El Imperio desaparecerá y con él todos sus valores positivos. Los conocimientos acumulados decaerán y el orden que se ha impuesto se desvanecerá. Las guerras interestelares serán interminables; el comercio interestelar decaerá; la población disminuirá; los mundos perderán el contacto con el núcleo de la galaxia. Eso es lo que sucederá.
P. (Una vocecita en medio de un vasto silencio) ¿Para siempre?
R. La Psicohistoria, que puede predecir la caída, puede hacer declaraciones respecto a las oscuras edades que resultarán. El Imperio, caballeros, tal como se acaba de decir, ha durado 12.000 años. Las oscuras edades que vendrán no durarán doce, sino 30.000 años. Sobrevendrá un segundo Imperio, pero entré el y nuestra civilización habrá 1000 generaciones de humanidad doliente. Esto es lo que debemos combatir.
P. Se contradice a sí mismo. Antes ha dicho que no podía evitar la destrucción de Trántor; y por lo tanto, su caída; la así llamada caída del Imperio.
R. No estoy diciendo que podamos evitar la Caída. Pero aún no es demasiado tarde para cortar el interregno que seguirá. Es posible, caballeros, reducir la duración de anarquía a un solo milenio, si mi grupo recibe autorización para actuar ahora. Nos encontramos en un delicado momento de la historia. La enorme y arrolladora masa de los acontecimientos puede ser desviada ligeramente, sólo ligeramente. Puede no ser mucho, pero puede ser suficiente para evitar 29.000 años de miseria de la historia humana.
P. ¿Cómo se propone hacerlo?
R. Salvando los conocimientos de la raza. La suma del saber humano está por encima de cualquier hombre; de cualquier número de hombres. Con la destrucción de nuestra estructura social, la ciencia se romperá millones de trozos. Los individuos no conocerán más que facetas sumamente diminutas de lo que hay que saber. Serán inútiles e ineficaces por sí mismos. La ciencia, al no tener sentido, no se transmitirá. Estará perdida a través de las generaciones. Pero, si ahora preparamos un sumario gigantesco de todos los conocimientos, nunca se perderá. Las generaciones futuras se basarán en ellos, y no tendrán que volver a descubrirlo por sí mismas. Un milenio hará el trabajo de 30.000 años.
P. Todo esto…
R. Todo mi proyecto; mis 30.000 hombres con sus esposas e hijos, se dedican a la preparación de una Enciclopedia Galáctica. No la terminarán durante su vida. Yo ni siquiera viviré para ver cómo la empiezan. Pero cuando Trántor caiga, estará concluida y habrá ejemplares en todas las bibliotecas importantes de la Galaxia.
Isaac Asimov. “Fundación”. 1951.
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