La pureza de la geometría
Y es que en aquellas demostraciones de la geometría, ciencia árida y fría al sentir de los más, encontraba Gertrudis un no sabía qué de luminosidad y de pureza.
Años después, ya mayor Ramirín, y cuando el polvo que fue la carne de su tía reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba el entusiasmo con que un día de radiante primavera le explicaba cómo no puede haber más que cinco y sólo cinco poliedros regulares: tres formados de triángulos, uno de cuadrados y uno de pentágonos.
“Pero, ¿no lo ves claro? –decía– sólo cinco y no más que cinco, ¡qué bonito!” Y al decirlo le mostraba los cinco modelos en cartulina blanca, blanquísima, que ella misma había construido, con sus santas manos, que eran prodigiosas para toda labor, y parecía como si acabase de descubrir por sí misma la ley de los cinco poliedros regulares…
Y como a uno de aquellos modelos geométricos le cayera una mancha de grasa, hacía rápidamente otro, porque decía que con la mancha no se vería bien la demostración. Para ella la geometría era luz y pureza.
En cambio huyó de enseñarle anatomía y fisiología. “Ésas son porquerías –decía– y en que nada se sabe de cierto ni de claro”.
Miguel de Unamuno. “La Tía Tula”. 1940.
Años después, ya mayor Ramirín, y cuando el polvo que fue la carne de su tía reposaba bajo tierra, sin luz de sol, recordaba el entusiasmo con que un día de radiante primavera le explicaba cómo no puede haber más que cinco y sólo cinco poliedros regulares: tres formados de triángulos, uno de cuadrados y uno de pentágonos.
“Pero, ¿no lo ves claro? –decía– sólo cinco y no más que cinco, ¡qué bonito!” Y al decirlo le mostraba los cinco modelos en cartulina blanca, blanquísima, que ella misma había construido, con sus santas manos, que eran prodigiosas para toda labor, y parecía como si acabase de descubrir por sí misma la ley de los cinco poliedros regulares…
Y como a uno de aquellos modelos geométricos le cayera una mancha de grasa, hacía rápidamente otro, porque decía que con la mancha no se vería bien la demostración. Para ella la geometría era luz y pureza.
En cambio huyó de enseñarle anatomía y fisiología. “Ésas son porquerías –decía– y en que nada se sabe de cierto ni de claro”.
Miguel de Unamuno. “La Tía Tula”. 1940.
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