Crecer con imaginación
En el Pirineo catalán (zona fronteriza con Francia) sobrevivía hasta hace poco un gran tesoro: algún pueblo con turismo fiel, alojado en alguna minúscula y familiar fonda donde por un módico precio se obtenían días de paz y buen trato. Sus habitantes no se quejaban de su suerte ni envidiaban a la vecindad vendida al ladrillo. Pero se acabó. En Cataluña, si su costa era ya un disparate, el Pirineo presenta el mismo cromo.
Según cifras oficiales del Colegio de Arquitectos de Cataluña, la construcción de apartamentos, pareados, casas singulares y otros disparates tienen el siguiente e insostenible destino: ser habitados una media de 20 días al año. Por si fuera poco, semejante barbaridad requiere de la creación de unas infraestructuras (electricidad, agua, alcantarillado, carreteras) que sólo enriquecen a los que manejan el tinglado.
En el Pirineo, la llegada de los señoritos de Madrid, Barcelona, etc., ha encarecido de tal modo el precio de un boniato, un embutido o el agua, la luz, los impuestos y la vivienda que los del lugar se van a vivir a 500 metros, donde se habla en francés, se puede obtener una vivienda mucho más barata, la especulación es un delito y el paisaje común un bien intocable.
Para habitar una casa un promedio de 20 días al año nos hemos cargado un paisaje irrecuperable, impagable; formas de vida y cultura que se sostenían por la voluntad de seguir siendo lo mismo de siempre amparados ahora por el bien de las nuevas tecnologías.
20 días al año dan para mucho. Ejemplo: para mostrar que para no emplear la imaginación y el buen gusto, preferimos vender territorio a precio de rebaja y comprar luego 30 metros de apartamento a precio de mina de oro. Inmensas y disparatadas urbanizaciones que están ahí desde hace años, sin permisos de nadie, sin alcantarillados, amparadas en un silencio cómplice, las hay en Cataluña a mares.
Extracto de un artículo publicado en 2006.
Según cifras oficiales del Colegio de Arquitectos de Cataluña, la construcción de apartamentos, pareados, casas singulares y otros disparates tienen el siguiente e insostenible destino: ser habitados una media de 20 días al año. Por si fuera poco, semejante barbaridad requiere de la creación de unas infraestructuras (electricidad, agua, alcantarillado, carreteras) que sólo enriquecen a los que manejan el tinglado.
En el Pirineo, la llegada de los señoritos de Madrid, Barcelona, etc., ha encarecido de tal modo el precio de un boniato, un embutido o el agua, la luz, los impuestos y la vivienda que los del lugar se van a vivir a 500 metros, donde se habla en francés, se puede obtener una vivienda mucho más barata, la especulación es un delito y el paisaje común un bien intocable.
Para habitar una casa un promedio de 20 días al año nos hemos cargado un paisaje irrecuperable, impagable; formas de vida y cultura que se sostenían por la voluntad de seguir siendo lo mismo de siempre amparados ahora por el bien de las nuevas tecnologías.
20 días al año dan para mucho. Ejemplo: para mostrar que para no emplear la imaginación y el buen gusto, preferimos vender territorio a precio de rebaja y comprar luego 30 metros de apartamento a precio de mina de oro. Inmensas y disparatadas urbanizaciones que están ahí desde hace años, sin permisos de nadie, sin alcantarillados, amparadas en un silencio cómplice, las hay en Cataluña a mares.
Extracto de un artículo publicado en 2006.