Angustias primigenias
El miedo que nos producen las películas de ciencia ficción se parece al que sienten los niños con los cuentos de brujas y tienen la misma finalidad: revivir (o vivir en el caso de los cuentos) las angustias primigenias, las infantiles, en un entorno seguro.
Y en eso la película “Alien, el octavo pasajero” se lleva la palma, pues lo que realmente nos ofrece esta película es un psicoanálisis de los miedos infantiles.
Un niño depende tanto de sus cuidadores que tiene amor y miedo a la vez. Miedo a que lo coman, a que le hagan daño, a que lo abandonen..., un pánico que supera al descubrir que de sus padres sólo recibirá amor.
Este saberse seguro, querido, es el estado adulto (adulto sano, se entiende) y también supone el momento en que uno se puede sentar en un sillón de una sala oscura para enfrentarse a un animal que entra en un cuerpo ajeno y sale de él haciéndolo añicos, que sobrevive a costa de quien lo hizo crecer.
Extracto de un artículo publicado en 2007.
Y en eso la película “Alien, el octavo pasajero” se lleva la palma, pues lo que realmente nos ofrece esta película es un psicoanálisis de los miedos infantiles.
Un niño depende tanto de sus cuidadores que tiene amor y miedo a la vez. Miedo a que lo coman, a que le hagan daño, a que lo abandonen..., un pánico que supera al descubrir que de sus padres sólo recibirá amor.
Este saberse seguro, querido, es el estado adulto (adulto sano, se entiende) y también supone el momento en que uno se puede sentar en un sillón de una sala oscura para enfrentarse a un animal que entra en un cuerpo ajeno y sale de él haciéndolo añicos, que sobrevive a costa de quien lo hizo crecer.
Extracto de un artículo publicado en 2007.